jueves, 8 de abril de 2010

Diferencia de género en el Deporte

Este artículo analiza cómo el feminismo de la diferencia sexual puede enriquecer los análisis de género en el ámbito del deporte, habida cuenta de que las teorías de género en el deporte comúnmente desarrolladas no reflejan un discurso teórico que aborde las experiencias femeninas en el deporte, es decir, que expliquen la naturaleza de estas experiencias en sí mismas y no como consecuencia de lo que significa la práctica de un deporte tradicionalmente masculino, como los analizados en el artículo. Me gustaría resaltar el carácter tan innovador como necesario de este artículo de Montserrat Martín Horcajo y su contenido. En su título se refiere al “feminismo de la diferencia sexual” y en mi opinión es importante delimitar claramente el concepto de feminismo como doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos antes reservados a los hombres. Así lo define la RAE, como el movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.

Pero la autora se refiere al feminismo de la diferencia sexual como el paso adelante que todos debemos dar para entender las motivaciones y las vivencias de la mujer en el deporte, desde sí mismas y no desde modelos masculinos tradicionalmente dominantes.

Lógicamente, la posición de subordinación que durante tantos siglos de historia ha ocupado la mujer y todavía ocupa hoy en muchas sociedades y culturas ha requerido ingentes esfuerzos por parte de la mujer para alcanzar las cotas de igualdad que como ser humano, con las mismas funciones que el hombre, merece. Es por esto que la mujer, para poder practicar determinadas actividades, para poder alcanzar determinadas cotas, profesionales y personales en un “mundo de hombres” se ha visto obligada a reproducir roles, comportamientos típicamente masculinos. Para poder ser promocionada a un puesto mejor dentro de una empresa, para poder desempeñar un cargo público importante, jueces, políticas etc. Igualmente ha sucedido en el ámbito del deporte, pero con un agravante en este ámbito, en función del tipo de deporte que ha practicado corrían el “riesgo” de ser señaladas por la sociedad como “marimachos” u otras "lindezas".

Por otra parte, esta necesidad de la mujer de “adoptar” el modelo masculino para poder progresar en una sociedad masculinizada podía tener sentido y puede seguir teniéndolo en aquellos entornos donde la subordinación al hombre es todavía tristemente una realidad tajante, pero no en las sociedades modernas donde afortunadamente se ha podido progresar. Una mujer no tiene porqué dejar de ser femenina para poder ser presidenta del Gobierno de un país, ni ha de importar su condición de género para desempeñar este papel, puesto que la diferencia entre hombres y mujeres no es comparable, es irreducible.

Tampoco tendría sentido para seguir buscando la “igualdad” de las mujeres con los hombres la práctica de determinadas disciplinas deportivas, si es que ésta es la motivación, cosa distinta es que verdaderamente constituya su pasión. Por ejemplo, está claro que las mujeres pueden boxear y subirse a un cuadrilátero y transmitir tanta violencia y agresividad como un hombre, pero no hace falta que hagan esto para ser iguales.

Me ha causado especial pena el hecho de que una tendencia a la generalización sobre la inclinación sexual de determinadas mujeres provoque que otras no disfruten o no accedan siquiera al ejercicio de determinados deportes como el rugby o el futbol.

Considero que el camino que abre la autora será muy beneficioso para la mujer en particular y para la sociedad en general, y me atrevo a afirmar la necesidad de que el hombre observe más y aprenda de la esencia de la mujer, a la hora de relacionarse, de transmitir su cariño, de asegurarse de que las personas a las que quiere saben que les quiere. Cuántas veces un hombre pierde el cariño de sus hijos porque su rol de padre de familia y su dedicación al trabajo poco a poco les va alejando de ellos y les pierde, siendo muy difícil por no decir imposible recuperarles años después.

En este sentido esta lectura me ha hecho pensar también sobre la tan nombrada conciliación de la vida laboral y familiar, me refiero: está claro que el que más se dedique a una actividad y más intensidad ponga más aprenderá y más progresará, y por tanto más posibilidad tendrá de conservar su puesto de trabajo cuando lleguen las “vacas flacas”. Sin embargo conviene poner énfasis en la escala de valores y en los parámetros sobre los que se asienta nuestra felicidad y nuestra estabilidad emocional. Personalmente pienso que las mujeres lo han hecho mejor que los hombres en este sentido, han sido más equilibradas, más ponderadas, y ello no les ha impedido alcanzar cotas de desarrollo y éxito personal y profesional. Creo que los hombres debemos reflexionar al respecto. Por otra parte, sería una pena que la mujer perdiera de vista esa esencia que le hace singular, irreductible, para poder “entrar y compartir” las vicisitudes propias de un modelo masculino que no siempre ha traído la felicidad.






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